Objetividad periodística, ¿mito o realidad?
En la teoría, un periodista debe realizar su trabajo bajo el ideal de la objetividad, aunque esto no está tan claro a la hora de la práctica; pues hoy en día esto es cada vez más invisible. Con el paso del tiempo este ideal de objetividad se ha hecho más difícil de cumplir, así mismo, la neutralidad y el punto de vista imparcial en los medios también son prácticamente un mito; se han ido corrompiendo de tal forma que las informaciones son utilizadas como instrumentos al servicio del poder político y económico.
El conocimiento, es decir la
representación de la realidad, que ha de transmitirse debe ser tan exacto como
sea posible. Para que la información sea veraz, ha de estar fundamentada por
fuentes fiables, morales, éticas e imparciales, dotadas de credibilidad y
confianza.
En el caso de la prensa escrita,
para dar credibilidad a sus contenidos, los diarios se escudan en el
presupuesto de la neutralidad informativa. Cuando se hallan diferenciadas las
secciones de opinión, que reconocen abiertamente su carácter subjetivo, y el
resto de las noticias, se tiene la impresión de que se las ha despojado de los intereses ideológicos y
económicos, y de los condicionantes personales del medio de comunicación. Sin
embargo, las noticias mostradas en los diarios siempre se orientan hacia un
punto de vista. Toda noticia connota unos presupuestos ideológicos. Así, tanto los
diarios como los demás medios de comunicación, tergiversan lo que se ha
acontecido, por la selección de lo que es relevante y lo que no, de lo que debe
conocerse y lo que debe ocultarse y silenciarse, estos medios dictan lo que va
a ser la agenda pública, los temas de los que se va a hablar en la esfera
pública focalizando el interés público
en determinados asuntos, al mismo tiempo se silencian otros muchos que no son
convenientes para sus intereses y lo que será o no objeto de debate.
Este problema de la falta de
objetividad periodística, hace que el ciudadano dude cuál es la verdadera
información. El problema del público radica en saber distinguir entre
información veraz y ajustada a la realidad de los acontecimientos, de aquella
que tergiversa la percepción de lo que está ocurriendo.
“Un periodista que miente es cómo
un político corrupto” dijo la periodista María Antonia Iglesias, en una pasada
entrevista. Y estoy totalmente de acuerdo, pues lo ideal sería que hubiera más
profesionales competentes en el ejercicio de las actividades periodísticas y
libres de intereses de cualquier tipo, para poder transmitir una información
real y natural. Pero esto es más una
ilusión que un hecho que pueda ser posible, ya que estos trabajan impuestos por
unos intereses bajo el mandato de la cadena, diario o emisora en los que
desarrollen su actividad. Debería de haber una clara división entre los medios
destinados a la opinión personal y debate, de los que realmente
quieren transmitir una información libre de “cargas”, ya que los únicos
perjudicados de esta falta de objetividad en los medios somos nosotros, el público
porque nos creemos la información que nos dan estos informadores y la damos por
buena sin contrastarla.